LAS DIOSAS DEL DESEO (PARTE3)
Merecer o no merecer he ahí el problema. Eso llena mi odio y las balas de mi revolver, porque están por todos lados. Pensé que solo estaban en la tv, con trajes de corbata, pero en la tienda el vecino que te atiende, lo hace de mala gana. Cobra caro, se aprovecha del poder que tiene, pone sus condiciones, así te sonría al entrar solo quiere tu dinero, y como cree ya que le pertenece, y que lo que te venderá de seguro es más importante, pone sus condiciones y tú las obedeces. Son solo clientes. Y hay personas que ponen unas pésimas condiciones. Hay personas que merecerían estar ahí porque lo harina mejor, y las hay. Pero hay también personas que no merecen ese poder, no merecen venderme la leche y el pan que les tengo que comprar todos los días y por eso los odio. Y ya tengo una bala escrita en su cabeza, fría, y directo al medio de sus cejas. Pero no. Tengo que salir a la calle y sonreír, y saludar y fingir que no se, que no merece estar ahí. Y está bien lo hago, salgo todos los días y saludo a muchos tontos, y me ven con esa sonrisa en la cara. Por qué no deseo una tienda. Puede quedarse su tienda de mierda, con todo su pan y su leche, y yo pagare exactamente por lo que necesito. Pero algunas veces lo admito, no lo hago bien, no puedo fingir tanto, tengo derecho a tener malos días, y no puedo sonreír, y entonces algunos creen que tú deseas lo que él tiene. Que se lo quieres quitar o al menos, te gustaría quitárselo, pero no. Pero no siempre es así. Aun así cuando se dan cuenta de ello, sea verdad o mentira, lo más peligroso es la certeza. ¿Cómo hacerse querer de todo el tiempo? Por eso pondrán sus condiciones de mierda. Pero bueno, pueden quedarse con sus valores de mierda, quédese con su sonrisa y sus saludos cordiales, no me interesan. Quédense sus reglas serias. No las quiero. Pero hay cosas que si deseo. Deseo satisfacer esa necesidad del ser humano de sentirse útil. De moverse de estar vivo, emplearme en algún oficio algún tiempo y conseguir un buen dinero a cambio, para pagar por ese pan y esa leche. Pero demonios, aquí las cosas no se ponen bien.
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